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Actualmente el 98% de las mariscadoras de España se encuentran en Galicia, lo que pone de manifiesto la importancia de este sector en nuestra sociedad, y las mujeres suponen el 80% de los profesionales, siendo un oficio tradicionalmente femenino. Las mariscadoras pasaron de ser recolectoras a cultivadoras científicas, dominando técnicas de siembra, cultivo, limpieza de arenales y control de depredadores.
Audioguía - Las Mariscadoras
El trabajo de las mariscadoras requiere un equipamiento especializado adaptado a las duras condiciones del medio marino. El traje de aguas es imprescindible para mantener los pies secos, al tiempo que pasan muchas horas metidas en el mar con temperaturas gélidas en invierno. Las botas de agua proporcionan protección y agarre en las superficies húmedas e irregulares de los arenales. El angazo, una especie de rastrillo que permite escarbar en la arena para localizar el marisco, es una herramienta esencial transmitida de generación en generación. El sacho complementa el trabajo, permitiendo cavar con precisión. Todo el marisco recogido se almacena en el saco, que la mariscadora lleva consigo durante toda la jornada de trabajo.
En las rías gallegas, y especialmente en Vilaboa, se recogen diversas especies de gran valor comercial y gastronómico. Entre las principales se encuentran el berberecho, la almeja babosa, la almeja japonesa, la almeja rubia, la almeja fina, el carnero y la cornicha. Cada especie requiere técnicas específicas de recolección y tiene sus propios ciclos de reproducción y crecimiento, lo que demanda un profundo conocimiento por parte de las mariscadoras.
Las mariscadoras se enfrentan a duras condiciones de trabajo. Patologías profesionales como lumbalgia, artrosis, tendinitis y cistitis son cosas con las que tienen que convivir sin que muchas veces puedan ser motivo de baja. Son necesarios una serie de cambios para que el sector pueda afrontar el futuro con optimismo. Los desafíos actuales para las mariscadoras son múltiples: el cambio climático está provocando olas de calor y alteraciones en los patrones de lluvia, en años de riadas la mortalidad es masiva por la bajada de la salinidad, y existe una crisis de relevo generacional, ya que solo el 1% de las mariscadoras tienen menos de 30 años. Además, en los últimos años se produce un descenso drástico de capturas.
En el Paleolítico encontramos los primeros vestigios de marisqueo. En la época de los castros (siglos VIII-VII a.C. hasta el I d.C.) marisqueaban tanto para alimentarse como para comerciar con él. En la Edad Media continuó la costumbre, pero será en el siglo XIX, con la instalación de numerosas fábricas conserveras por parte de los catalanes, cuando aumente el interés comercial de especies como la almeja, las vieiras y los berberechos. A lo largo del siglo XX, la labor de marisqueo que hacían las mujeres era un trabajo complementario, para cubrir los gastos cuando el hombre no podía faenar, siendo un oficio que pasaba de madres a hijas. A partir de los años 80 comienzan poco a poco a profesionalizarse, hasta converger en el año 1995 en Vilagarcía en el I Encuentro de Mujeres Mariscadoras.
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La vida vinculada al mar y sus oficios tradicionales